FOTO DE ARCHIVO: Pequeños frascos etiquetados con la etiqueta "Vacuna COVID-19" y una jeringuilla se ven en esta ilustración tomada el 10 de abril de 2020. REUTERS/Dado Ruvic/Ilustración

Se estima que el mundo necesita alrededor de 9.600 millones de dosis de vacunas para frenar el COVID-19 globalmente, y se necesitan en un período muy corto de tiempo, para garantizar la inmunidad.

El problema es que la producción prevista para todo este 2021 es de unos 2.000 millones de unidades, si combinamos los números de las vacunas de Pfizer/BioNTech y de Moderna. Estas son las únicas que han sido aprobadas casi globalmente.

Esto significa que, aunque tendremos vacunas contra el coronavirus, llegarán muy lentamente y el costo de la espera será enorme. Los planes actuales de producción y adquisición significan que pasarán varios años antes de que el mundo se acerque a tener suficientes dosis para todos.

Esto puede ser óptimo para los fabricantes y sus inversionistas, pero no lo es para la sociedad en su conjunto, por lo que conviene tener un plan alternativo.

Necesitamos más vacunas para el COVID-19

Las nuevas vacunas que necesitamos

Sabemos realmente poco sobre las vacunas de Rusia, China e India, y persisten las dudas sobre su eficacia y seguridad. Por lo tanto, las esperanzas de la mayoría de los países descansan en la vacuna Oxford/AstraZeneca, que también es relativamente barata y fácil de distribuir.

Esta empresa planea aumentar la producción a 3.000 millones de dosis únicas en el 2021. Pero hasta ahora sólo han producido unos 4 millones.

Además, las dos dosis necesarias de la vacuna parecer tener una eficacia media del 70%, debido a errores con los grupos de ensayo en la fase de pruebas. Esto está retrasando la aprobación por parte de las autoridades de los EE.UU. y la UE.

Incluso si la producción de AstraZeneca entra plenamente en funcionamiento, y otras vacunas de compañías como Johnson & Johnson o Novavax son aprobadas y producidas, el mundo carecerá de dosis suficientes durante mucho tiempo.

Un reto humano, tecnológico y financiero

Cada día las restricciones de movilidad y los confinamientos generan numerosas pérdidas. El tiempo también aumenta el riesgo de que surjan cepas más virulentas, como las variantes del Reino Unido y Sudáfrica. Este peligro sólo disminuirá cuando se vacune a la gente en todas partes.

Dados los enormes costes, la mejor política económica sería movilizar y coordinar los recursos mundiales para aumentar la producción de vacunas lo más rápidamente posible.

Es necesario ampliar la capacidad, subcontratar a más empresas si es necesario o incluso establecer nuevas fábricas. Si realmente estuviéramos «en guerra» con el virus, los gobiernos concentrarían todos sus recursos en esta única tarea.

En cambio, hay un abismo entre la retórica y la realidad de la producción de vacunas.

El interés de las farmacéuticas y el del público

Hay buenas razones para confiar en los productores comerciales de vacunas, siempre y cuando los incentivos sean los adecuados. Pero no lo son, pues los fabricantes de vacunas tienen poco interés en expandir la producción de forma masiva. De hecho, sería un error financiero si lo hicieran.

Si aumentaran la capacidad de producción, contratando personal e invirtiendo una fortuna de manera que todo el mundo fuera abastecido en seis meses, las nuevas instalaciones tendrían que echar el candado poco después, y los especialistas como los de Cerrajeros Terrasa serían los últimos en tener trabajo allí.

Los beneficios serían entonces mucho más bajos comparados con los escenarios actuales, donde las plantas existentes están aumentando lentamente su capacidad.

En resumen, el plan de las farmacéuticas no es óptimo para la sociedad. Esto debe cambiar, porque hay un interés sanitario y económico primordial en aumentar la producción de vacunas.

¿Cómo aumentar la producción de vacunas?

Hay dos modelos para aumentar la producción de vacunas más rápidamente. El primero es que los gobiernos den subsidios adicionales para la producción. Eso permitiría a los productores pagar a los proveedores los costos de acelerar la cadena de suministro.

A pesar de esto no hay garantía de que las compañías expandan la producción hasta lo que es óptimo para la sociedad.

En el segundo modelo, los gobiernos decretarían el equivalente de una economía de guerra y ordenarían la producción en masa. Los pagos de compensación a las compañías cuyas patentes han sido utilizadas podrían ser resueltos más tarde, cuando el virus haya sido derrotado.

Aquí también hay riesgos. Por un lado, no está claro cuán eficientemente manejarían los gobiernos tareas de producción tan complejas. Además, ¿qué pasará cuando llegue la próxima pandemia?

No hay dudas de que los investigadores se apresurarían a desarrollar nuevas vacunas, siempre que la financiación llegue. Pero, dada la lenta respuesta de los gobiernos y la necesidad de inversión privada, no podemos estar seguros que los incentivos (las ganancias) sean suficientes.

En cualquier caso, el costo de producir vacunas a un ritmo por debajo de lo óptimo no puede justificarse ni desde el punto de vista de la salud pública ni desde el punto de vista económico. Existe la necesidad urgente de un plan alternativo para producir rápidamente suficientes vacunas para protegernos a todos.

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